En preparación para el artículo: “Vuelo retrasado” debemos chequear en nuestra lista, la hipótesis de un físico académico, un vuelo escolar de quién escribe; un incidente aéreo particular y cómo un familiar de los pasajeros de ese vuelo terminó en 2011, consultando la herramienta astrológica para la búsqueda de su padre.
El físico que no leyó la advertencia
El 6 de enero de 1940 en Viena, Austria; nacía Jean Pierre Garnier Malet.
De joven y dotado con una inteligencia fuera de lo común, decide luego de comenzar sus estudios universitarios, dedicarse al cine.
Esta situación le provoca un enfrentamiento con su padre de profesión militar que lo convence finalmente de estudiar una carrera científica, por lo que con poco ánimo al comienzo y para tener un título universitario que le permitiese el pasaporte familiar hacia sus deseos, termina inscribiéndose en la licenciatura en Física de la prestigiosa Escuela Central en París.
Tiempo después, en ocasión de inscribirse en la materia: Mecánica de los fluidos II, el administrativo de la facultad pasa por alto que Jean Pierre no ha aprobado (ni siquiera asistió a ninguna clase), Mecánica de los fluidos I y de esa manera lo terminan admitiendo en clase directamente por error.
Ya se estará preguntando qué tiene que ver todo esto con nuestro relato, pues bien; en la materia a la que Jean Pierre no asistió, se explicaba que la siguiente ecuación de Laplace-Bernoulli:
∇2u = ∂2u/∂x2 + ∂2u/∂y2 + ∂2u/∂z2 = 0
No tenía solución.
Claro; nuestro estudiante no sabía que esto no se podía resolver; así que se dedicó a despejar la ecuación.
Cuando lo hizo, concitó la atención -y las ofertas- de todos los laboratorios de física del mundo académico occidental.
A Jean Pierre no le interesó mucho.
Terminó su grado, luego se licenció en Arquitectura y con la autorización familiar correspondiente, se orientó a su pasión cinematográfica.
Sin embargo, algo quedó encendido y con la misma lucidez y desparpajo con la que enfrentó a la ecuación “sin solución”, años más tarde durante toda la década de los 80, invierte dieciocho horas diarias de corrido en postular su “Ley de desdoblamiento del tiempo.”
Inserta la solución matemática correspondiente; obtiene por esto un premio Nobel -faltaba más- y para el año 2006, la teoría del doble cuántico queda firme en el mundo académico.
Trataré de explicárselo en forma breve en palabras del propio Garnier Malet, así que sujétese a su asiento:
Pasado, presente y futuro son tres realidades simultáneas
https://desdoblamiento.es/llamadas-aperturas-temporales-por-jean-pierre-garnier-malet
transcurriendo a velocidades diferentes…
Créame que estaría encantado de transmitirle mis elucubraciones acerca de esta ley y el comportamiento descubierto de un electrón que retrocede en el tiempo lo cual afiebró por años a Richard Feynman.
Él se dio cuenta que esa partícula “volvía” el reloj tal cual a usted le pasa principalmente cuando viaja en un avión hacia el Oeste y su reloj vital retrasa respecto de la edad que tiene en la tierra.*
El problema es que apenas nos dará el tiempo para asistir al saludo y las palabras protocolares del presidente argentino Arturo Umberto Illia el 31 de octubre de 1965, en ocasión del viaje con Estados Unidos como destino final, de la generación de egresados de la Fuerza Aérea Argentina.
Además, bajo riesgo de colmar su paciencia con este artículo; tendrá que acompañarme primero en mi viaje escolar de 1976 con casi once años de edad desde Montevideo a Salto, en Uruguay.
Volar sin cinturón
Seguramente el lector ha experimentado a lo largo de los años diferentes vuelos.
Lo que tenemos en la aeronavegación comercial hoy en día, debido a lo sofisticado de la ingeniería aeronáutica nos hacen olvidar que muchas veces viajamos en un tubo de aluminio, acero, polímeros y otros materiales reciclables a once kilómetros de altura, avanzando a unos novecientos kilómetros por hora mientras afuera hay unos cuarenta grados bajo cero.
Igualmente esto no es problema puesto que estamos escuchando nuestra playlist favorita, ¿verdad?
Solamente en caso de algún “pozo de aire” nos damos cuenta que hay algo más allá fuera que el paisaje bonito que vemos por la ventanilla.
Bueno; para 1976 por asuntos que no vienen al caso, mi grupo escolar viajó a Salto (unos veinticinco niños al final de su infancia, más algunas madres) en avión.
Mi primera experiencia aérea.
No; no fue en un B707 que era algo relativamente comparable en aquella época respecto de los aviones de hoy.
Fue en un C47 de la Fuerza Aérea Uruguaya construido en 1946, derivado del popular DC3.
Ah, era de paracaidistas.
Nada de butacas con cinturones de seguridad. Una especie de tachos con unos ganchos de metal para sujetar a los pasajeros que iban sentados de lado.
La puerta (que estaba hecha para abrirse en el cielo, claro), ajustada con una manguera de goma que conjuntamente con un picaporte servían como cierre.
Así que nuestro “comisario de a bordo”, apretaba la puerta con la manguera, movía noventa grados el picaporte y le avisaba a comandante que estábamos listos para despegar.
Nunca olvidaré el vuelo.
El ruido, el olor a kerosene, el rumbo de aceite saliendo por los remaches de los motores, el piso trepidando, nuestro equipaje que iba en una especie de jaula al fondo de la aeronave, que se sacudía para un lado y para el otro.
A todo esto, la cabina con los pilotos estaba abierta, por supuesto.
No olvidaré la actitud relajada de la tripulación en el dominio de la nave y en forma adicional, como si fuera poco; nos dejaban sentarnos un ratito a cada uno en el puesto del primer oficial mientras el piloto y su segundo, tomaban unos mates.
Ahora me dirá para qué traigo este recuerdo personal en toda esta historia.
Bueno, se llama confianza.
Por ejemplo, si a nuestro avión se le hubiese parado un motor -en la jerga aeronáutica se dice se plantó-, seguirían como si nada.
En caso que fuesen ambos impulsores; habría que buscar un descampado para bajar la aeronave y luego de unos rebotes con un poco de suerte, nuestras posibilidades de sobrevida eran altas.
Claro, nadie pensaba en esto; es decir: ¿qué cosa mala nos podría pasar?
Recuerde: Más lento, más bajo; mucho más predecible y en forma accesoria, aunque no comprobable frente a los pilotos civiles, la formación militar de los aviadores veteranos, es un plus en casos de emergencia.
La desaparición del TC-48
Leamos la versión oficial desde Wikipedia:
La desaparición del TC-48 de la Fuerza Aérea Argentina ocurrió el 3 de noviembre de 1965. El avión Douglas C-54 Skymaster matrícula TC-48, que llevaba cadetes egresados de la Escuela de Aviación Militar, había partido de la Base Aérea de Howard en Panamá con rumbo al aeropuerto de San Salvador.
Transcurridos 30 o 40 minutos después de despegar, el piloto informó un incendio en uno de los motores y avisó al control de San José en Costa Rica que se dirigirán allí; nunca llegó, y el avión permanece desaparecido, siendo considerado el mayor misterio de la aviación argentina. Todos los cadetes, miembros de la tripulación y pasajeros se los dio por muertos.
https://es.wikipedia.org/wiki/Desaparici%C3%B3n_del_TC-48
He dejado a propósito el enlace hacia el modelo del avión para que vincule la experiencia del apartado anterior.
Puede leer mucha documentación acerca de este hecho en Internet y por razones de privacidad no ahondaré en ningún detalle personal de la entrevista que mantuve con un familiar de un pasajero de este vuelo y sus comentarios acerca de lo que hay disponible y de lo que son sus certezas.
El informe que integro en este artículo a continuación, es lo más equilibrado que puedo encontrar aunque contiene algunas falencias:
En mi caso, me limitaré al mapa que levanté en esa ocasión en el invierno del 2011 sumado a unos pocos parámetros imprescindibles.
Lo único que me parece que debe tomar en cuenta, para una lectura lúcida de todo este asunto, es que se trata de aviadores profesionales con entrenamiento suficiente para afrontar diferentes emergencias.
Gajes del oficio
A modo de estadística grotesca, puedo aseverar que por cada quinientas consultas regulares que he tenido; aparece una bien diferente en su requerimiento de información, respecto de los temas habituales.
La búsqueda del paradero de una persona, aclarar un acontecimiento específico del pasado, etcétera.
En cada caso trato de cumplir con el objetivo de la consulta sabiendo además que quienes vienen en tales condiciones ya han pasado por el mundo de lo real y de lo mágico sin respuestas y a su cansancio se le suma que en muchas ocasiones han sido estafados de una u otra forma.
Entonces cuando llegan con su natural recelo, tengo como primera medida establecer mis honorarios por la entrevista en una suma ridículamente baja.
Como en paralelo a mi orilla llegan los consultantes siempre recomendados; tengo la tranquilidad de trabajar desarmando en alguna medida sus temores a caer nuevamente en otro timador más.
Así las cosas.
Si puedo ayudar, mejor.
De lo contrario; no estorbo ni siquiera con expectativas vanas.
Vuelo retrasado
Veamos la carta natal del tripulante desaparecido, construida utilizando el software de Astrodienst AG.
Al momento del incidente, esta persona contaba con 38 años de edad:
Los artículos en esta web están destinados a un público en general que eventualmente tenga interés en el tema astrológico, pero no por ello deben ser practicantes avezados, de tal manera que lo primero que uno mira es la “acumulación” de símbolos a la izquierda de la imagen es decir, sobre lo que se llama: Ascendente.
En esa región y en forma accesoria, un factor que se denomina Urano está directamente asociado al Ascendente al igual que sucede con la Luna.
Todo ello lo hacen sobre el denominado “Punto Vernal” o “Punto Aries” que es donde comienza el Zodíaco.
La carta por tanto me susurró un pronóstico totalmente diferente a la historia media que el oficio acostumbra en caso de una tragedia.
Y en este caso, como el cielo literalmente “se tragó” el vuelo TC-48, Urano más que presagiar una desgracia, genera un escenario totalmente extravagante.
A su vez la conjunción con la Luna los deja de alguna manera “aislados” o “suspendidos” del resto de la conversación entre los factores de tema.
Cuando me preparé para escribir la carta, esperaba un marco sombrío; no rematadamente extraño.
Así que mi examen con otros elementos técnicos con los que no quiero aburrirle fue: “Algo fuera de lo común sucedió”.
Me cuidé mucho de no generar expectativas falsas en su familiar; pero no podía dejar de preguntarme cómo el cielo se puede tragar una aeronave de 30 metros sin dejar ningún rastro.
Ninguno, nada.
Al final de la entrevista debo reconocer que no estuve a la altura, posiblemente producto de la sorpresa que me causó el tema y me desbordó:
Están volando…
Están volando en la misma posición con el mismo rumbo ahora.—ensayé como mala contestación
Si el familiar esperaba una respuesta trágica o esperanzadora, no encontró ninguna de las dos.
Argumentaré en mi triste defensa que, como demostró Garnier Malet, en ese momento y en ese lugar, las agujas del reloj del pasado y del futuro igualaron a las del presente y por tanto el TC-48 sigue allí.
Para nosotros es un vuelo retrasado.
Ellos ahora, continúan lidiando con los desperfectos del Douglas C54, pero su confianza en salvar la situación; está -como de costumbre- intacta.
Desconozco si esta especie de “perturbación cuántica” que imaginé, se solucionará en algún momento.
Si así fuese, seguramente el TC-48 años después para nosotros y apenas un segundo para el avión, continuará su aproximación hacia la pista 32 de Puerto Limón en Costa Rica.
Si le ha interesado esta historia, aguardo sus comentarios más abajo en esta entrada o si prefiere puede escribir un email utilizando el formulario en la pestaña: Contacto
*Se trata del experimento Hafele-Keating:
“En octubre de 1971, cuatro relojes de haces atómicos de cesio, dieron dos veces la vuelta al mundo en vuelos regulares de aviones comerciales, una vez hacia el Este y otra vez hacia el Oeste, para probar la teoría de la relatividad de Einstein con relojes macroscópicos.
Por las rutas de vuelo reales de cada viaje, la teoría predecía que los relojes en vuelo, en comparación con los relojes de referencia en el Observatorio Naval de los EE.UU., deberían perder 40+/-23 nanosegundos durante el viaje hacia el Este y ganar 275+/-21 nanosegundos durante el viaje hacia el Oeste… En relación con la escala de tiempo atómico del Observatorio Naval de los EE.UU., los relojes en vuelo perdieron 59+/-10 nanosegundos durante el viaje hacia el Este, y ganaron 273+/-7 nanosegundos durante el viaje hacia el Oeste, quedando los errores dentro de las desviaciones estándares correspondientes. Estos resultados proporcionan una clara resolución empírica de la famosa “paradoja” del reloj, con relojes macroscópicas”.
J.C. Hafele and R. E. Keating, Science 177, 166 (1972)