El mecanismo zodiacal está compuesto en principio por doce piezas que contienen diversas particularidades, no solamente por su propia condición (¿se ha puesto a pensar que son once integrantes de un reino animal fantástico y un instrumento de medición denominado Libra?), sino también por su ubicación natural.
Así aprendemos que estos doce arcos de 30 grados cada uno que conforman el círculo zodiacal y representan un asterismo en el cielo, están ordenados en una forma que no parece arbitraria.
A medida que nos adentramos en el conocimiento de la disciplina astrológica como aprendices, comenzamos a “rezar” de memoria sus nombres, para luego entender que son algo parecido a unos moldes -me gusta pensar que son crisoles- con una configuración producto de sus tres vectores básicos: Elemento, polaridad y propiedad.
Cada signo entonces será una mezcla única de esta combinatoria; como por ejemplo Aries, que se recita bajo este lenguaje como: Fuego-Positivo-Cardinal, o Virgo: Tierra-Negativo-Mutable
Una vez que entramos en ese dominio, podemos avanzar para entender una premisa que repiten muchos textos: “Los signos opuestos son complementarios”.
Se denominan signos opuestos a aquellos que distan 180 grados unos de otros y, sin embargo; no son totalmente extraños, aunque en muchos relatos se los coloca como antagonistas.
Vamos a probar nuestra fórmula: Géminis opone a Sagitario.
Luego Géminis de acuerdo a nuestra ecuación se puede llamar: Aire-Positivo-Mutable y Sagitario será: Fuego-Positivo-Mutable.
Así observamos que nuestro juego de opuestos, comparten muchas más características que las que en principio esperaríamos, ya que, tanto la polaridad como la propiedad se repiten.
Es simple pero extraño que entonces los signos con mayores diferencias de material de construcción sean los contiguos, es decir aquellos que se encuentran a 30 grados de distancia o los denominados “inconjuntos”, esos que están separados por 150 o 210 grados.
Vamos a probar nuevamente esta fórmula sencilla primero con los contiguos.
Tomemos la pareja Capricornio/Acuario = Tierra-Negativo-Cardinal/Aire-Positivo-Fijo.
Bien; nada se repite.
Ahora un juego de inconjuntos: Libra/Piscis = Aire-Positivo-Cardinal/Agua-Negativo-Mutable.
Tampoco encontramos coincidencias.
Así que resulta que los pares opuestos (Aries/Libra, Tauro/Escorpio, etc.); contienen materiales de construcción en común.
Entonces daremos una breve recorrida a uno de ellos (Tauro/Escorpio), para ver cómo ya en los tiempos de la mitología babilónica; estos antagonistas compartían mucho más que solamente vivir en lados opuestos del Zodíaco.
Buceando en documentos de Astronomía Cultural que siempre son una fuente provechosa para nuestra disciplina, nos encontramos con el escrito de George Latura, denominado: “Taurus & Scorpius: Gilgamesh to Mithras”[1], en donde el autor se detiene primero en el “Comentario del sueño de Escipión”[2] de Macrobio que ubica las puertas celestiales entre la Vía Láctea y el punto opuesto en el Zodíaco, lo que viene a coincidir con las constelaciones de Tauro y Escorpio.
En ese mismo lugar, podemos leer más adelante que el simbolismo del Toro y el Escorpión es muy anterior a la cultura greco romana, pero a nuestros intereses lo que nos llama la atención es el sello cilíndrico que preside este artículo y reproducimos nuevamente:
Esta imagen corresponde al combate entre los aliados Gilgamesh y Enkidu, enfrentando al temible Humbaba –que recuerda vagamente al guardián del infierno llamado Caronte– y parece contarnos muchas cosas acerca de nuestros “nuevos” signos del Zodíaco: Tauro y Escorpio.
El primero, Gilgamesh; el más conocido por su protagonismo en la mitología mesopotámica que aquí aparece a la izquierda, con forma de toro de acuerdo a sus extremidades inferiores y su cola. Luego, en el centro, Humbaba y a la derecha el enigmático Enkidu con su cola de escorpión.
Antes de contar la epopeya de estos dos amigos, frente a Humbaba, el guardián del bosque de Enlil –el dios que poseía las tablas del destino- ; comencemos por entender el origen de Enkidu.
Enkidu merodeaba por el bosque a las afueras de Uruk como un animal salvaje. Cuando la diosa Aruru (¿recuerda a Hera, la esposa -siempre enojada- de Zeus?) intentó que la criatura cumpliera su propósito en la tierra; es decir vencer en combate a Gilgamesh, vista la fuerza y la gran vanidad de este rey de los sumerios. Más adelante en el relato, Enkidu se acuerda de su misión y va a Uruk, donde se encuentra a Gilgamesh por primera vez.
Sin embargo, Gilgamesh seguía siendo un niño en ese momento, por lo que Enkidu se niega a atacarlo hasta que crezca, con la esperanza de que se convierta en una buena persona. Para desgracia de Enkidu, al crecer, Gilgamesh se convierte en un tirano que abusa de sus derechos, por lo que Enkidu va al templo sagrado y desafía a Gilgamesh.
En el combate, ambos guerreros traban una amistad al ver que tienen fuerzas equivalentes y comparten peligrosas aventuras.
Ahora con nuestro Escorpio sumerio presentado, podemos adentrarnos en la historia del combate con Humbaba:
Trabada la amistad de Gilgamesh y Enkidu tras su pelea inicial, se disponen en una aventura en el bosque de cedro más allá de la séptima cordillera, para matar a Humbaba [3] :
-Enkidu, escúchame: Dado que un hombre no puede pasar más allá del final de su vida, quiero partir a las montañas para establecer allí mi renombre-.
Así que nuestros personajes se preparan para el viaje con la curiosa condición que al informarle Gilgamesh a su madre, ésta se atribula y le da un consejo a Enkidu que ahora tiene la capacidad de interpretar las pesadillas de su amigo cada vez (cinco en total) que éstas se presentan.
Parece entonces importante tomar en cuenta que nuestro amigo escorpiano Enkidu, puede interpretar los sueños también, ¿no?
Cuando finalmente están llegando frente al monstruo, es Gilgamesh quién está asustado y Enkidu le da coraje.
Gilgamesh engaña entonces al monstruo para que le de sus siete “resplandores” ofreciéndole sus hermanas como esposa y concubina (sí, ya lo sé; hay algunos vapores de la historia de Orfeo y su Lira en el asunto). Cuando Humbaba baja la guardia, Gilgamesh le da un puñetazo y lo captura. Derrotado, Humbaba pide misericordia a un receptivo Gilgamesh, pero Enkidu le convence para que lo mate. En un último esfuerzo, Humbaba intenta escapar, pero es decapitado por Enkidu.
En varios relatos, Enkidu aparece como un ser primitivo y salvaje, que se deja llevar por sus instintos y que sin embargo tiene la habilidad de moldearse a sí mismo para cambiar su forma y representa el lado oscuro de la naturaleza. Me parece una excelente forma de describir a Escorpio.
Por otra parte su amigo Gilgamesh es el opuesto que personifica a la civilización, las leyes y las obligaciones de la ciudad, lo que nos acompaña cada día en nuestras rutinas taurinas.
Para la historia sumeria, los dos juntos y de forma indisoluble contribuyeron al desarrollo de la civilización y su fortalecimiento.
Para mi simplemente, cada vez que en el verano del Sur, veo culminar la constelación de Orión, recuerdo que, a los ojos de los sumerios, este asterismo representa la lucha relatada aquí; entonces la estrella Betelgeuse deja de ser el “hombro del cazador”, para transformarse en la puerta celestial que custodiaba Humbaba, tal vez como algunos antiguos imaginaron.
Referencias:
[1] “Taurus & Scorpius: Gilgamesh to Mithras” George Latura
[2] Comentario del sueño de Escipión
[3] Relato de la muerte de Humbaba
La lucha es entre Marte y Venus: la voluntad y el deseo. Hay una historia de Marte y Venus apresados por la red de Hefraistos? creo que se escribe así. Lograr que el deseo se ajuste a la voluntad del Yo superior es encontrar el punto medio o hacer que los opuestos trabajen en armonía. (Venus de Libra)